viernes, septiembre 20, 2013

Yo creo en Dios...

Decirlo como una trinchera, como una base para sentir que hay algo más allá que me cuida, que me respeta, que me hace intachable, imperceptible a los demás, creer en Dios pero no en la humanidad es como querer disparar a miles de personas con mis actos, engañando, olvidando, entregando mi virginidad a cualquier patas vueltas en lugar de al hombre o mujer que me ama, emborrachándome, fumando, y después pretender que soy inexpugnable, que el mundo esta contra mí, que soy la oveja bondadosa, que Dios me entiende y nadie más...

Eso son tonterías, Dios es un ser que inventaron para que millones de personas se golpeen la espalda, que tengan una justificación para pecar, para luego creer en una licencia o peaje el confesarse, para señalar a todo el que tiene otras creencias, para desacreditar, para mentir, para tener un arma que en lugar de filo o balas tiene una cara de Dios, para predecir a los no creyentes que tendrán un juicio, que bendito sea Dios a donde irán con esas costumbres.

Dios existe, en la cabeza de todos nosotros, Dios es un ideal imposible, como el superhombre de Nietzsche, todo suena muy bonito en teoría pero es muy complejo llegar a tener la espiritualidad de un exagerado, pero es extremadamente fácil ver a los demás, lo realmente complejo y que requiere un arte de precisión y auto-control es mirarme a mi mismo...

A todo esto Dios es gente, Dios es humanidad, sino amas al prójimo no amas a Dios, porque Dios existe gracias a los hombres, él los creo a ellos, y ellos lo crearon a él.

Bendito sea Dios por mostrarme la cáscara máscara de miles, ya que sin religión yo no podría con pocas palabras entender de la pasta que esta hecho cada individuo.

Gracias a Dios que yo no uso ese escudo con la cara de un santo, como si de la cabeza de medusa se tratase, para convertir en piedra todo lo que veo, todo lo que creo y todo lo que juzgo.

¿Quieres amor? da amor, no pretendas amor, la misma biblia lo dice: "por sus obras los conocereís".Mt 7,13-14

Bendito seas José, María y Jesús, de que somos espíritus invisibles en un mundo de gente, que apenas se ve, pero que mucho se juzga.

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