Carta para mí muerte.
Millones de años son los que posee cualquier astro, compararlos con la vida humana es un acto de irrelevancia y absurdez, sin embargo retomando el ejemplo considero que la esfera achatada gira en torno a si mismo y a su trayecto imaginario en forma de círculo, considero que son los años vividos más rutinarios de lo que pueda alguien concebir, dicha esta pequeña introducción quiero demostrar que mi vida fue corta, y que probablemente me excuse diciendo que si hubiera vivido mucho más, sin morir joven, acumularía más experiencias, pero es sólo un pretexto, toda la vida fui un animal de costumbre.
Ahora que me encuentro en mi casi lecho de muerte, y me cuesta tanto respirar, me confieso caprichoso porque tengo abundancia de recuerdos que pululan en mi cabeza, admito que quizás exagero porque no son tantos, pero es preferible variedad que cantidad, ahora que las preguntas sobre el más allá empiezan a tomar más fuerza, porque saber de fechas de partida es como tener una sentencia, no me queda más que esperar a mi muerte, a la muerte negra y endiablada, me recuerdan esa carismática frase: “Para qué enamorarme de la vida si terminaré casándome con la muerte” o también aquella otra que dice: “no hay nada más inútil que aferrarse a la vida” ahora bien no puedo mencionar los autores de dichas tesis, porque posiblemente me los encontré en alguna que otra página o capitulo de mi vida, es probable que abundaran en algún programa de mensajería instantánea en uno de tantos nombres de los que fueron mis amigos en vida.
Confieso que aprendí más en el proceso en relación a los tantos manuales leídos, pero no niego que ambos fueron de gran ayuda y satisfacción, al punto que encontré más de una palabra en la sonrisa de muchas personas, les debo más de mil consejos a los que yo llamo los psicólogos de la vida, no los titulados, sin restarles mérito, pero me refiero a esa gente que sin siquiera ser mi amigo, me dio consejos sabios de la vida, por ejemplo los cantineros, o los taxistas, la profesora de docencia a quien encontré en una clase anterior a la mía un día de tantos llegando a la universidad tan temprano, a veces hasta mis enemigos me dejaron en claro cuántas cosas me hicieron falta en vida, y asumí el consejo para según yo crecer un peldaño en la escala de quien sabe que normas.
Del amor no puedo quejarme pues aunque suene a cliché preferí mil veces conocerle que quedarme con las ganas de nunca saber que significaba besar a una mujer, o hacerle el amor, o desearle aunque estuviera más que lejos, por eso no le reclamo a la vida, a veces me ponía egoísta y pensaba en lo poco que había vivido para morir joven, pero por fin comprendía que mucha gente murió al nacer o antes de dar siquiera un beso, entendí que mi insistencia no era más que un reclamó a para seguir viviendo, una manera absurda de aferrarme a la finalización de mi ciclo, sin aceptarlo, sin entenderlo, sin nunca agradecer que todo este tiempo he hecho mucho, y poseído ojos para ver los bellos atardeceres que me hicieron perderme en el olvido, cuando tenía detalles efímeros que para mi sociedad eran importantes, tantas carpetas, tantos trabajos, nada de eso me llevo yo a donde quiera que vaya, ya no recuerdo si en aquél estudio de mercado las chicas prefirieron el color rosado para el empaque, no recuerdo mis notas en los exámenes, pero si recuerdo tu sonrisa, cuando me dijiste te quiero, y también me llevo el abrazo cuando me dijiste que siguiera adelante, y yo sentí tu apoyo, disculpen por no hacer una corrección enorme de este texto, pero lo que escribo me está saliendo del corazón, por eso para mí tiene más valor que cualquier otra cosa…
Siempre he sido muy dado a contar historias, la mayoría del tiempo no me entienden e incluso me dijeron más de una vez que yo era loco, raro o cualquier otro adjetivo similar, pero es que la vida siempre la sentí diferente, gracias a Dios, una vez iba yo en un bus preocupado por no sé qué cuestión de que materia de la universidad, delante de mi asiento había una niña que se volteaba y me miraba con esos ojos inocentes, esos que buscan la curiosidad y no el mal ajeno, y cuando los observe me describieron lo mucho que valían las pequeñas cosas de la vida, que en realidad son las grandes, en ese momento deje mi angustia y deje que todo me llevara lejos a un lugar donde la libertad se mezcla con mi ser, un sitio donde muchas veces encontré la paz en momentos difíciles, como es por ejemplo hoy, unos meses antes de mi muerte.
Ahora bien hay muchas caras y gente que quisiera llevarme conmigo, y tengo fe de que en el más allá probablemente nos volvamos a ver, y disfrutemos de las mil y una cosas que pudimos hacer en vida, aunque estás no fueran muy prolongadas, realmente les amo, y quisiera poder quedarme para escribirles miles de textos, porque como bien saben, fue mi afición en vida, y aunque mis ansias son tremendas y aunque mi vida tiene ese mismo ímpetu para seguir comentando, no me alcanzaran las horas ni tampoco las hojas, para decirles cuanto han sido ustedes para mí.
Saludos Cordiales.
Ahora que me encuentro en mi casi lecho de muerte, y me cuesta tanto respirar, me confieso caprichoso porque tengo abundancia de recuerdos que pululan en mi cabeza, admito que quizás exagero porque no son tantos, pero es preferible variedad que cantidad, ahora que las preguntas sobre el más allá empiezan a tomar más fuerza, porque saber de fechas de partida es como tener una sentencia, no me queda más que esperar a mi muerte, a la muerte negra y endiablada, me recuerdan esa carismática frase: “Para qué enamorarme de la vida si terminaré casándome con la muerte” o también aquella otra que dice: “no hay nada más inútil que aferrarse a la vida” ahora bien no puedo mencionar los autores de dichas tesis, porque posiblemente me los encontré en alguna que otra página o capitulo de mi vida, es probable que abundaran en algún programa de mensajería instantánea en uno de tantos nombres de los que fueron mis amigos en vida.
Confieso que aprendí más en el proceso en relación a los tantos manuales leídos, pero no niego que ambos fueron de gran ayuda y satisfacción, al punto que encontré más de una palabra en la sonrisa de muchas personas, les debo más de mil consejos a los que yo llamo los psicólogos de la vida, no los titulados, sin restarles mérito, pero me refiero a esa gente que sin siquiera ser mi amigo, me dio consejos sabios de la vida, por ejemplo los cantineros, o los taxistas, la profesora de docencia a quien encontré en una clase anterior a la mía un día de tantos llegando a la universidad tan temprano, a veces hasta mis enemigos me dejaron en claro cuántas cosas me hicieron falta en vida, y asumí el consejo para según yo crecer un peldaño en la escala de quien sabe que normas.
Del amor no puedo quejarme pues aunque suene a cliché preferí mil veces conocerle que quedarme con las ganas de nunca saber que significaba besar a una mujer, o hacerle el amor, o desearle aunque estuviera más que lejos, por eso no le reclamo a la vida, a veces me ponía egoísta y pensaba en lo poco que había vivido para morir joven, pero por fin comprendía que mucha gente murió al nacer o antes de dar siquiera un beso, entendí que mi insistencia no era más que un reclamó a para seguir viviendo, una manera absurda de aferrarme a la finalización de mi ciclo, sin aceptarlo, sin entenderlo, sin nunca agradecer que todo este tiempo he hecho mucho, y poseído ojos para ver los bellos atardeceres que me hicieron perderme en el olvido, cuando tenía detalles efímeros que para mi sociedad eran importantes, tantas carpetas, tantos trabajos, nada de eso me llevo yo a donde quiera que vaya, ya no recuerdo si en aquél estudio de mercado las chicas prefirieron el color rosado para el empaque, no recuerdo mis notas en los exámenes, pero si recuerdo tu sonrisa, cuando me dijiste te quiero, y también me llevo el abrazo cuando me dijiste que siguiera adelante, y yo sentí tu apoyo, disculpen por no hacer una corrección enorme de este texto, pero lo que escribo me está saliendo del corazón, por eso para mí tiene más valor que cualquier otra cosa…
Siempre he sido muy dado a contar historias, la mayoría del tiempo no me entienden e incluso me dijeron más de una vez que yo era loco, raro o cualquier otro adjetivo similar, pero es que la vida siempre la sentí diferente, gracias a Dios, una vez iba yo en un bus preocupado por no sé qué cuestión de que materia de la universidad, delante de mi asiento había una niña que se volteaba y me miraba con esos ojos inocentes, esos que buscan la curiosidad y no el mal ajeno, y cuando los observe me describieron lo mucho que valían las pequeñas cosas de la vida, que en realidad son las grandes, en ese momento deje mi angustia y deje que todo me llevara lejos a un lugar donde la libertad se mezcla con mi ser, un sitio donde muchas veces encontré la paz en momentos difíciles, como es por ejemplo hoy, unos meses antes de mi muerte.
Ahora bien hay muchas caras y gente que quisiera llevarme conmigo, y tengo fe de que en el más allá probablemente nos volvamos a ver, y disfrutemos de las mil y una cosas que pudimos hacer en vida, aunque estás no fueran muy prolongadas, realmente les amo, y quisiera poder quedarme para escribirles miles de textos, porque como bien saben, fue mi afición en vida, y aunque mis ansias son tremendas y aunque mi vida tiene ese mismo ímpetu para seguir comentando, no me alcanzaran las horas ni tampoco las hojas, para decirles cuanto han sido ustedes para mí.
Saludos Cordiales.