viernes, febrero 26, 2010

Ayer y Hoy

Un día como hoy, y un día como ayer,
Me hallé respirando el sentir de tu querer,
Quizás fue lo mejor, volverte a escuchar,
Vivimos perdidos y así nos queremos más.

El gato y el ratón, el cielo e infierno,
Mejor vivir atados que perdidos sin razón.
Me vuelvo a educar, me instruyen tus palabras,
El cielo no se ha ido y hoy quizás volamos más.

Un día como hoy, y un día como ayer,
Me desperté queriendo volverte a ver,
El Fuego se encendió, la lluvia se acabó,
mejor morir peleando que bebiendo sin sentido.

Hoy pienso sólo en vos, tu alma, tu cuerpo,
besarte y abrazarté me hicieron lo que soy,
Hundido sólo en vos, puedo escuchar tu voz,
Así de simple y ardiente es el juego del amor.

domingo, febrero 21, 2010

Descubrí un nuevo sabor

Cavilando entre las montañas de recuerdos que por lo general se amontonan cuando bebo o pruebo un sabor que desde hace mucho se convirtió en el panorama perfecto para mi rutina. Así me sucede, y así se suceden los acontecimientos.

Recuerdo a mi abuelo Figo, le decían así por su parecido tan similar a un perro con los cachetes que se derramaban por su rostro, y por su curiosa mirada cansada, además estaba obsesionado con una vieja boina francesa que le regalaron para uno de sus cumpleaños, a mí me parecía algo divertido, claro con el tiempo me enteré que se trataba de una excusa para ocultar su calvicie. Y al mismo tiempo darse cierto aire de intelectual, a pesar de que nunca terminó ni siquiera la secundaria, no obstante para mí él era un héroe y aún lo sigue siendo en esos pasadizos de mis recuerdos.

Era muy normal en ese entonces que me llevara a recorrer la ciudad de mi natal San José, aunque parecía ser más pintoresca por ese entonces, caminamos por las calles adoquinadas de la avenida, claro no eran adoquinadas, y mucho menos bonitas, pero para ese entonces se veían como si fueran un conjunto de piedras perfectamente talladas sobre sí, además de que por alguna razón no recuerdo los olores pestilentes gracias a la poca rigurosidad de la alcaldía. Lo importante en ese momento era observar los payasos y los globos, y sobre todo aquél hombre que no dejaba de decir: -"Burbujas, burbujas! compre burbujas!"- en realidad en toda mi infancia fui duelo de varias de esas herramientas baratas para crear burbujas, aunque confieso que la mayoría del tiempo terminé rompiendo ese curioso aro que se pega a un palito para soplar las famosas Pompas de jabón.

En fin el camino era eterno y me cansaba muy rápido, y mi abuelo no dejaba de contarme historias de temas variados como sus idas y venidas, claro en ese entonces no sabía que la mitad de sus relatos eran una cachetada a la inteligencia humana, pero bueno que poco o nada le puede importar eso a un niño, el niño todo lo cree y sus maestros son sabios y gurus sacados de alguna tribu especial, donde las cosas más increíbles cobran sentido, fue entonces cuando pasamos en frente de aquella heladería, sus formas y colores llamativos hicieron que jalara de la mano a mi abuelo, en señal de que nos detuviésemos a probar un helado, ese establecimiento era algo así como un palacio tallado de colores y fríos sabores que se resumían en altas cantidades de azúcar como para volverte loco por una semana, veía las torres de chocolate, de caramelo, en otra vitrina estaban las especies como diversas semillas, pelotitas de colores, y miles de chispas de sabores, tardaría mucho en describirlo, pero lo que si puedo decir es que siempre tuve deseos de hacerme un megahipergigantegrandioso helado con todo eso, claro nunca pude concretar mi sueño, no obstante me queda el recuerdo de esa heladería que por cierto hace muchos años dejo de existir.

Mi abuelo con una sonrisa y a la vez acomodando sus anteojos me dijo: -Oye chico que te gustaría probar, te invito a un helado-, yo quería comentarle mi idea del gigante monstruo frío para probar muchos sabores a la vez, sin embargo me conformé con un pequeño helado, porque a la vez sabía de la mesura que hay que tener cuando no se vive en abundancia.

Sabía que el sabor elegido sería Vainilla, siempre he tenido esa preferencia por la rica vainilla para mí es como leche en forma de helado, el resto tienen otros sabores que no me apasionan demasiado, incluso prefiero uno de vainilla con pedazos de galleta, estaba dispuesto a ordenar cuando la dependiente del mostrador me dijo: -Hola niño ¿De qué sabor quieres tu helado? al mismo tiempo señalaba las diferentes cubetas donde estaban los sabores variopintos y a la vez decía: vainilla, fresa, chocolate, caramelo, pitufo...- mi cabeza estallo en emoción, escuchar la palabra Pitufo moldeada en un helado, es decir era azul y a la vez se veía tentador, no podía dejar de imaginar a un pequeño pitufo molido en alguna batidora y luego por cierto proceso convertido en un helado, no dude ni un minuto escogí el helado azul que tan curioso y sobre todo apetitoso se veía.

Cuando tenía el cono en mi mano sólo podía ver esa montaña de helado azul justo enfrente de mis ojos, me parecía tan agradable, y mi abuelo me tomo de la mano libre, para que continuáramos nuestro camino, fue en ese justo momento cuando decidí darle la primera lamida al producto lácteo, cuando por fin lo hice una nube negra nubló mi panorama, no podía ver nada más que sentir ese horrible sabor en mi boca, era repulsivo y sobre todo había una extraña sensación de estar probando un no helado. Al final me acerqué a una de las vitrinas de las tantas tiendas que poblaban la capital por ese entonces, y cuando miré mi reflejo en el espejo saqué mi lengua y pude ver la tonalidad azul que había adquirido producto del famoso helado Pitufo, de todo lo malo eso fue lo que me pareció más divertido, no obstante cuando pasamos cerca de un contenedor de basura no dudé en arrojar el helado.

Así pasaron muchos años y hoy en día recuerdo esa asquerosa historia, ahora mismo estoy sentado en el mueble, y claro en uno de los regazos del mismo hay una copita con Helado Pitufo.

jueves, febrero 04, 2010

Narciso y Goldmundo

Ayer tuve la oportunidad de leer este magnifico libro, No quiero generar Spoilers por lo que más bien describo algunos hechos puntuales.

Narciso y Goldmundo nos narra la historia de dos personajes totalmente ambivalentes, por un lado tenemos a Narciso, un hombre correcto que sigue los pasos de Dios y sobre todo ese camino para llegar lo más cerca posible al mismo, por el otro lado tenemos a Goldmundo, que es un sujeto vividor y con ganas no sólo de aprender las cosas, sino de comerlas y saborearlas, los dos personajes tienen cosas en común, ambos son hermosos y sobre todo tienen esos deseos de aprender más y más, cada uno a su manera, sin ser uno mejor que el otro.

Narciso prefiere quedarse en el convento predicando la palabra de Dios y conociendo cada vez más a sus alumnos para guiarlos por el camino del señor, además tiene como deseo ser el Abad que es una especie de Papa en la edad media.

Goldmundo quiere conocer a la gente a través de sus viajes, además quiere ser artista, fornicar muchas mujeres, disfrutar a la mujer como una persona inmortalizada en cada una de las figuras que a lo largo de la historia encuentra.

En fin la historia es excitante, me dejo ese buen sentir cuando por fin acabé la última página, si me preguntaran con quien me identifico diría que soy más al estilo Narciso, prefiero las cosas simples e ir por un camino, aunque me gusta de Goldmundo su valentía y su deseo por retener algo más que teoría, sin embargo no tengo ese pensamiento aventurero, en mi caso soy una persona más académica. A Goldmundo le vale una mierda tener títulos universitarios, el quiere vivir y conocer, y aprender de los recuerdos propios, más allá de lo que puede ver impreso en un libro. Una persona que ame la Universidad no podría ser nunca como Goldmundo.

Saludos Cordiales.