miércoles, enero 27, 2010

El papá de mis sueños

El carisma de Dios suele ser el mismo que el de un padre al hijo, por aquellos días yo todavía amaba a mí Señor y desde luego también a mi padre.

Recuerdo los atardeceres con tonos amarillos y anaranjados, también recuerdo la plaza en donde mis amigos y yo nos reuníamos, era muy normal jugar distintos juegos pueriles, desde rayuela, hasta escondido y los ya clásicos fútbol, baseball y básquetbol, ahí nos daban las horas, justo después de salir de las aulas, nos dirigíamos a jugar toda la tarde, algunas veces también recibíamos la noche y era hasta que una de nuestras madres furiosa nos advertía que era demasiado tarde para seguir nuestros responsables juegos, y te digo a vos que eran responsable porque en todo ese tiempo éramos puntuales pocas veces disfrutamos tanto como esos años allá por el 94. Justo después de disfrutar de nuestra reunión me iba a la casa, y me ponía a leer historietas o a escuchar la radio, detestaba sobre todas las cosas cuando sonaba una canción de algún tipo que realmente me tocaba los cojones, pero como todo en la vida sólo esperaba a que terminara la canción, quizás por la fidelidad que tenía por ese entonces a la emisora Exa 89.

A la Edad de 8 años mi padre siempre compartía conmigo, me llevaba los fines de semana a pescar, yo no entendía demasiado del deporte, y nunca hasta el día de hoy entiendo la diferencia de las carnadas y anzuelos, sin embargo a mi viejo le atraía tanto que es difícil no recordarlo al ver cualquier implemento de pesca. Un día cuando regresaba de la escuela, esperaba colocarme mis tacos de fútbol para ir a jugar con los chicos, sin embargo la fortuna no me sonrío esta vez, dado que cuando me dirigía a mi casa vi un grupo de ambulancias justo al frente de nuestra vieja casa en barrio Escalona, justo ahí pensé que se trataba de algún simulacro de tantos que hacía la comunidad por aquella zona, pero cuando vi a los paramédicos saliendo por las puertas, me di cuenta que llevaban un cuerpo bajo unas sábanas, después de eso salió mi madre llorando con una cara de angustia como nunca le había observado en toda mi corta edad.

Corrí hacia ella en señal de respuesta y lo único que pudo decir fue: “Se nos fue”, inmediatamente después de eso, entendí que se trataba de mi padre, mi papá se había ido, no sabía de qué manera pero lo único que pude hacer fue acompañar a mi madre en el llanto, que no sólo me hizo perder un año de escuela sino que se prolongo por alrededor de unos 6 meses. Desde ese momento comenzó mi furia contra Dios, yo no comprendía al viejo, estaba furioso quería una citatoria con él, algunas veces apile varias cajas en la sala de mi casa y le suplicaba a los ángeles que me llevarán a hablar con él, todo para que me diera respuestas de: ¿Dónde estaba mi padre?, desde luego nunca tuve respuesta… yo no podía entender porque si el país era tan grande, e incluso el barrio, por qué teníamos que ser nosotros a quienes nos pasara esto. ¿Por qué mi padre que gozaba de buena salud, porque tenía que darle un infarto?, me sentaba muchas horas justo en el suelo de la sala, para observar uno de los tantos pescados que mi padre tenía colgado justo en el centro de la pared de la sala, imaginaba todo el empeño y lo orgulloso que se sentía de haberlo atrapado.

La gente en el barrio nos miraba con cierta lástima, y sabiendo que la profesión de mi madre era ser ama de casa, terminaron haciendo una colecta para poder suplirnos un poco de ayuda al menos por alrededor de 7 meses, yo me sentía muy humillado, porque una cosa era ser ayudado y otra que te vean con cara de tristeza en todo lado que ibas, desde que hablaba con el sacerdote de la capilla comunal, hasta el profesor en la escuela que a cada instante quería hablar a solas conmigo, tan sólo para darme apoyo o más bien para elevar su ego. Después de 1 año mi madre ya no pudo más y tuvimos que mudarnos a un barrio marginal, dado que ella no pudo seguir manteniendo una familia de 2 niños, ya que su trabajo de cajera en un supermercado, no daba los ingresos suficientes para poder seguir viviendo una vida más o menos decente. Con el paso de los años entendí más el mensaje del de Arriba, sabía que no era una cosa exclusiva de mi familia, pero costó mucho asimilar la pérdida, ahora veo con otros ojos la vida, ahora desde mi piso de madera que cruje por las noches. Pero el pescado de mi padre sigue colgado en la pared de mi sala, y no sólo el pescado, sino también mi corazón porque lo amo mucho.

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